La gestión de las sensaciones
se ha convertido en algo similar a una obsesión por parte
del capitalismo de consumo contemporáneo. Esto es algo especialmente
evidente ante la necesidad creciente de disponer de productos
de toda índole. Parece cada vez más primordial que los productos
tengan el olor, el sonido y el tacto correctos —así como el
aspecto adecuado con objeto de obtener la respuesta deseada
por parte del consumidor. Los fabricantes de automóviles compiten
así, unos con otros, no simplemente con el fin de perfeccionar
la conducción de sus vehículos (es decir, mejorar la funcionalidad)
o de sus contornos, sino también para idear los aerosoles
que darán a su producto ese «olor a coche nuevo», para diseñar
las puertas que cerrarán con un satisfactorio ruido sordo
(y no con un estruendo), y para colocar asientos y controles
de manera que el conductor experimente el coche como perfectamente
adaptado a su propio cuerpo. Algunos coches incluso llevan
incorporado un sexto sentido, atenuando las diferencias según
quién está realizando la conducción
Mientras que el diseño de productos (funcionalidad) se ha
empezado ha incluir recientemente en el diseño sensorial (estética),
la idea de la imagen de marca ha sido reemplazada paulatinamente
por la del sentido de marca. Mientras que las marcas tradicionalmente
se distinguían por su nombre y un logotipo más o menos reconocibles,
ahora la idea es que éstas deben quedar registradas por el
mayor número de sentidos posibles. Según Martin Lindstrom
(2005), «acontecimientos, ambientes, sensaciones, e incluso
productos en nuestras vidas se registran continuamente en
nuestro “grabador sensorial de las cinco-pistas”, a partir
del segundo en que despertamos y hasta el momento de irnos
a dormir», y las estrategias más eficaces en la elaboración
de marcas reconocen este hecho, empujando a cada uno de los
sentidos para establecer «una verdadera experiencia sensorial
de marca». Lindstrom señala el ejemplo de Singapore Airlines,
personificado por la muchacha de Singapur, que no sólo mira
y actúa según la imagen de marca sino que también se adorna
con el aroma (patentado) de Stefan Floridian Waters,
seleccionado por su potencial «entrada impactante que libera
todo un calidoscopio de memorias relajadas y cómodas asociadas
a la marca de Singapore Airlines» (Lindstrom, 2005).
La revolución multisensorial del marketing contemporáneo
no surge solamente de un arrollador diseño de producto, junto
al denominado branding, sino también de la «atmósfera»
de un sistema de venta al detalle. Mientras que los minoristas
tradicionales confiaban en el anuncio colocado en diversos
medios, vallas publicitarias, escaparates e iluminaciones
en la tienda que destacasen sus mercancías, ahora intentan
alistar a tantos sentidos como sea posible con el propósito
de inducir la venta de la mercancía. El «propósito único de
venta» ha llevado al «propósito de estímulo multisensorial».
Pier 1 Imports, la cadena de almacenes, con su aproximación
a la lista de los sentidos, es un buen ejemplo de ello. En
uno de sus recientes catálogos incorpora el lema «En contacto
con tus sentidos» junto a una lista de los cinco sentidos
(cada uno enmarcado con un color diferente) ofreciendo al
comprador un anticipo de lo que encontrará en la tienda (fig.
1). Pier 1 Imports está repleto de muebles de madera
y de mimbre, de posavelas de metal negro, de almohadas de
felpa, de cortinas de pana y terciopelo, de arte tribal de
imitación, de una magnífica miscelánea de artículos decorativos
y de una enorme profusión de velas perfumadas. El olor dulce
y picante de la cera y sus esencias inmediatamente le envuelve
a uno nada más entrar, mientras que el esquema de colores
es tan relajante a la vista como agradable al oído es la música
que suena en el sistema de sonido del almacén. Pier 1
Imports ofrece una experiencia sensorial total.
 Figura 1
El análisis razonado tras el diseño sensorial de establecimientos
como Pier 1 Imports y muchos otros enmarcados en
la actual «economía de la experimentación», ha sido teorizado
en un artículo de referencia por Joseph Pine II y James Gilmore
en Harvard Business Review. Pine y Gilmore afirman
que las compañías con un planteamiento puntero en estos ámbitos
ya no producen bienes o servicios de abastecimiento, sino
que, por el contrario, utilizan los servicios como el escenario
y las mercancías como apoyos para crear «experiencias» que
sean tan estimulantes para el consumidor como memorables.
Los autores identifican una serie de «principios para el diseño
de experiencias» que incluyen: el tema de la experiencia (por
ejemplo, restaurantes «espectáculo» como Planet Hollywood
o Rainforest Café); la mezcla de memorabilia
(por ejemplo, una camiseta oficial de un concierto de rock);
y, sobretodo, que capte los cinco sentidos:
Cuantos más sentidos se vean implicados en una experiencia,
más eficaz y memorable puede ser ésta. Los limpiabotas más
elegantes incrementan el olor de la cera, aplican broches
de pulcra presión del paño, complementan aromas y sonidos,
etc. Factores que no hacen a los zapatos más brillantes,
pero que convierten la experiencia en algo más atractivo
(...).
La niebla en el Rainforest Café apela uno tras
otro a los cinco sentidos. Inicialmente se hace evidente
como sonido: Sss-sss-zzz. Después se descubre la niebla
surgiendo de las rocas y se siente suave y fresca contra
la piel. Finalmente, puede olerse su esencia tropical, y
saborearse (o imaginar que se hace) su frescura. Lo que
no puede ser es que usted no se sienta afectado por la niebla
(Pine y Gilmore, 1998).
Pine y Gilmore, al igual que Martin Lindstrom y otros teóricos
de la nueva aproximación multisensorial al marketing, como
Virginia Postrel en The Substance of Style y Schmitt
y Simonson en Marketing Aesthetics, toman la lista
de los cinco sentidos como su punto de partida. La noción
subyacente es que cuanto mayor es el número de sentidos cautivados,
mayor es el recuerdo posterior y mayor la sinergia de la experiencia
producida. Existen, sin embargo, un mínimo de cuatro inconvenientes
a esta aproximación en «lista» al marketing sensorial.
El primero es que cuanto mayor sea el acento puesto en el
recuerdo menor será el espacio dejado a la innovación del
producto o al consumidor, puesto que el énfasis de la experiencia
se sitúa en el pasado (es decir, accionando memorias) antes
que en el presente o el futuro.
El segundo inconveniente es que muchos de los más estimulantes
colores, aromas, sonidos, etc., se han privatizado ya —es
decir, han sido registrados o patentados por los principales
comerciantes— y así, la gama total de sensaciones con la que
los vendedores tienen que trabajar se ha visto muy reducida
y, progresivamente, se agotará (Howes, 2004).
El tercer inconveniente radica en que el énfasis abrumador
de estas aproximaciones se centra en su valor hedónico (es
decir, intensidad de estímulo o valor placentero), a expensas
de cualquier consideración seria sobre el coste que ello representa
a la semántica y sintáctica de la percepción sensorial. Los
peligros de ignorar las dimensiones semánticas o asociativas
de la composición sensorial son bellamente ilustrados por
los resultados de un experimento basado en unas toallitas
faciales con esencia de pino. En esta prueba, una fragancia
de pino evaluada como «fresca» y «limpia» fue agregada a las
toallitas faciales. Cuando las toallitas fueron testadas,
sin embargo, se consideraron ásperas y rugosas. La causa radicaba
en que la fragancia de pino también llevaba asociados conceptos
como «rugoso» o «duro» (como las “agujas” o la corteza del
árbol), que no son cualidades deseables para un producto como
las toallitas faciales (Classen, Howes y Synnott, 1994). La
verdad elemental que este experimento desenmascara debería
haber sido evidenciada por los investigadores, ya que su causa
radica en el doble significado de la palabra «sentido». «Sentido»
se refiere a la sensación y a la significación; sentimiento
y significado al mismo tiempo. El no poder anticipar y controlar
tales transferencias trans-sensoriales del significado puede
convertirse en un desastre. Además, la percepción en una modalidad
es siempre modulada por lo que está sucediendo en las otras
modalidades (Howes, 2006). Los sentidos son reactivos e interactivos,
al contrario que las pistas de un simple dispositivo de grabación.
El cuarto problema con la estrategia de la lista de los sentidos
es que no puede, por sí misma, superar a la «exhausta propaganda»
cuando, como suele ser cada vez más el caso, todos los competidores
de una marca determinada también están intentando cubrir sus
productos con algo para cada uno de los sentidos. Esto ha
conducido a la aparición de una técnica alternativa, que implica
el sacudir ligeramente el subconsciente sensorio, en vez de,
simplemente, estimular todos los receptores externos del consumidor.
Esta estrategia alternativa encuentra su mejor ejemplificación
en ZMET (Zaltman Metaphor Elicitation Technique),
una técnica inventada por Gerald Zaltman, de la Universidad
de Harvard, autor de How Customers Think. ZMET se
apoya en la noción de sinestesia por encima de la de sinergia.
La sinestesia implica un cortocircuito en el modelo clásico
de los cinco sentidos y de la experiencia de la percepción.
Este proceso establece conexiones cruzadas entre modalidades
a nivel del subconsciente y, así, abre un nuevo terreno —el
terreno intersensorial— para que los vendedores y los diseñadores
trabajen su magia.
El interés de ZMET consiste en la manera como traza —o aún
mejor, la manera en que ahonda— estas conexiones cruzadas
y las modela de «maneras accionables» (por ejemplo, dirigiendo
el desarrollo del anuncio o vislumbrando el mejor diseño de
producto y empaquetado). Esta herramienta de la investigación
«en diez pasos» implica la recopilación de imágenes, clasificación,
creación de historias, proyección de una imagen digital, y
creación de vídeos de parte de los sujetos involucrados en
la investigación, quienes posteriormente son invitados a participar
en una discusión de grupo. (Se utilizan los vídeos porque
«la gente piensa diferente cuando piensa «en acción» que cuando
piensa en imágenes o representaciones inmóviles», comentan
Zaltman y Coulter (1995)). ZMET también implica a los individuos,
de manera que se les pregunta sobre «cuál es y cuál no la
sensación del gusto, del tacto, del olor, del color, y del
sentimiento emocional» que ha relacionado con el asunto particular
de la investigación (por ejemplo, una determinada marca o
un diseño de producto) que está siendo analizado. A modo de
ejemplo, las «imágenes sensoriales no visuales» de un individuo
respecto a cierta marca de ropa interior incluyeron:
el sabor a medicina, pero no a postre; la sensación del
papel de lija y de seda, pero no de crema; el sonido de
electricidad estática, pero no el de una cascada; el olor
del sulfuro, pero no de rosas; el color marrón, pero no
el rojo; la sensación de ansiedad, pero no de sosiego.
Sacudiendo ligeramente el subconsciente sensorio de esta manera, se destapa una amplia gama de ecuaciones sinestésicas. Entonces, estas ecuaciones se trabajan (junto con el material visual y verbal obtenido por otros medios) en «mapas consenso» por los investigadores de ZMET. Los vendedores y los diseñadores alternadamente utilizan estos «mapas consenso» para identificar esas transferencias sensoriales que «llaman nuestra atención de la mejor manera, capturan nuestra imaginación, nos complacen y realzan la persuasión» (Nelson y Hitchon, 1999).
La lógica intersensorial detrás de esta reciente revolución
del marketing se puede discernir tras títulos propagandísticos
como «Prueba el arco iris» para el caramelo Skittles,
o «Escuche la gran imagen» de CBC Radio. Un anuncio
que ejemplifica bellamente este nuevo énfasis en el cruce
de los sentidos (en vez simplemente de combinarlos) se presenta
en la figura 2. Un chapoteo de ron en un paisaje de montañas
cubiertas de nieve destapa la visión de un paraíso en una
isla tropical. El lema que le acompaña dice: «Pruebe la sensación».
La yuxtaposición inesperada de imágenes, junto al cruce de
los sentidos del gusto y del tacto, llama la atención del
espectador y desata una cascada de asociaciones. En lugar
de cubrir los sentidos del espectador, este anuncio los moviliza
y forja los nuevos eslabones que desembocan en múltiples direcciones.

Figura 2
En cuanto al diseño de producto, la sinestesia es la idea
que se encuentra tras los programas de ordenador que permiten
al usuario transformar la música que escucha en gráficos de
color. Pero esto es obvio. Otros diseños que utilizan la sinestesia
(que usan otras combinaciones sensoriales además de la vista
y el sonido) se están desarrollando continuamente. Por ejemplo,
el limpiador Vim Oxy-Gel (con «oxígeno activo») ofrece
«limpieza pura que usted puede ver y sentir». El anuncio de
televisión que le acompaña muestra a una mujer haciendo jogging
y deslizándose sobre unos trapos hacia su cocina mientras
sus pies desnudos empiezan a planear sobre el suelo.
Esta revisión de los recientes avances en el ámbito del diseño
sensorial, el branding y el marketing multisensorial,
ha revelado cómo el concepto de sinestesia está desbordando
al de sinergia, y cómo ahora el acento se pone en la interconexión
de los sentidos en lugar de simplemente combinarlos. Pero,
así como las estrategias del marketing intersensorial han
comenzado a suplantar a las clásicas multisensoriales, sigue
existiendo un problema más profundo que aún debe de ser abordado
por los estudiosos del mercado. Este problema más profundo
está relacionado con el hecho de que vivimos en un mundo que
es tan multicutural como multisensorial. La cultura modula
la percepción según un gran abanico de tipologías destacadas,
como han revelado investigaciones recientes en antropología
de los sentidos (Classen, 1993; Howes, 2004). La segunda parte
de este ensayo, será publicada en un próximo número de Percepnet
y explorará las numerosas y novedosas líneas de investigación
que se abren cuando las variaciones culturales del significado
y el uso de los sentidos se incluyen en el estudio del comportamiento
de consumo.
Agradecimientos
Parte del trabajo de investigación en que
se basa este texto ha sido posible gracias a una ayuda del
Social Sciences and Humanities Council de Canadá.
Bibliografía
Classen, Constance: Worlds of Sense:
Exploring the Senses in History and Across Cultures,
Londres, Routledge, 1993.
Classen, Constance; Howes, David y Synnott, Anthony: Aroma:
The Cultural History of Smell. Londres y Nueva York,
Routledge, 1994.
Howes, David: «Hyperesthesia, or, The Sensual Logic of Late
Capitalism» en D. Howes, ed., Empire of the Senses: The
Sensual Culture Reader, Oxford, Berg, 2004.
Howes, David: «Cross-Talk between the Senses», The Senses
& Society 2006, 1(3): 381-390.
Lindstrom, Martin: Brand Sense: How to Build Powerful
Brands through Touch, Taste, Smell, Sight and Sound.
Nueva York, Free Press, 2005.
Pine, Joseph y Gilmore, James: «The Experience Economy», Harvard
Business Review 1998, 76(4): 97-106.
Postrel, Virginia: The Substance of Style: How the Rise
of Aesthetic Value is Remaking Commerce, Culture, and Consciousness,
Nueva York, Harper Collins, 2003.
Schmitt, Bernd H. y Simonson, Alex: Marketing Aesthetics:
The Strategic Mangement of Brands, Identity, and Image,
Nueva York, Free Press, 1997.
Nelson, M.R. y Hitchon, J.C.: «Loud Tastes, Colored Fragrances,
and Scented Sounds: How and When to Mix the Senses in Persuasive
Communication», Journal of Mass Communication Quarterly
1999, 76(2): 354-72.
Zaltman, Gerald: How Customers Think. Cambridge, Harvard Business
Review, 2003.
Zaltman, G. y Coulter, R.: «Seeing the Voice of the Customer:
Metaphor-based Advertising Research»; Journal of Advertising
Research 1995, Julio/Agosto: 35-51.
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