Para comprenderse a sí mismo, el hombre necesita entender
su pasado. La historia de la humanidad nos da referencias
que permiten ubicarnos en un contexto y en una época.
Esa historia está repleta de personajes que se han
convertido en iconos y símbolos de instituciones, pueblos
y sociedades. Sin embargo, los ídolos tienen pies de
barro y aquellos que parecían inamovibles también
sucumben a la acción implacable de la ciencia.
La arqueología, la paleopatología y las modernas técnicas forenses son ciencias que cooperan actualmente para el estudio del pasado de los pueblos y de las vidas de antepasados y personajes históricos. El desarrollo de sus técnicas nos acercan a una reconstrucción de las costumbres, hábitos, dificultades y progresos de los protagonistas de la historia. Dichas técnicas ganaron recientemente una nueva y destacada contribución: la del análisis del olor.
Esta técnica es un nuevo complemento a otras que ya tienen más camino recorrido, como la datación mediante el Carbono 14 –el método más utilizado para precisar la edad de un fósil o un objeto antiguo–, la espectrometría –que obtiene datos físico-químicos a partir de la energía radiante emitida por una muestra–, el microscopio electrónico o el análisis genético de restos de DNA, entre otras.
Una prueba para la nueva técnica
Quizás uno de los primeros grandes desafíos para la técnica
de análisis del olor en este ámbito ha sido el estudio
presentado recientemente por la revista Nature.1
El trabajo pretendía comprobar la autenticidad de lo que la
Iglesia católica reconoce, desde 1867, como los restos de
la heroína francesa, Juana de Arco.
Acusada de herejía por la misma Iglesia que la santificó en 1920, Juana de Arco murió calcinada el 30 de mayo de 1431, con tan sólo 19 años, en Rouen, Normandía. Más de 400 años después, en 1867, sus supuestos restos fueron descubiertos en una farmacia parisina, dentro de un jarro con la siguiente inscripción: «Restes trouvés sous le bûcher de Jeanne d'Arc, Pucelle d'Orléans» (Restos encontrados en la hoguera de Juana de Arco, doncella de Orleáns).
Dentro de aquel jarro se encontraban: una costilla humana, un trozo de madera carbonizado, un pedazo de lino y un fémur de gato —nada extraño si tenemos en cuenta que en la Edad Media era práctica común arrojar gatos negros a la hoguera de una supuesta bruja ejecutada por la Inquisición.
Este material fue cedido recientemente por un museo de la archidiócesis de Tours, en Chinon (región central de Francia) para ser analizado por el equipo de científicos forenses, coordinados por el especialista en medicina legal Philippe Charlier, del Hospital Raymond-Poincaré de Garches.
En el estudio del equipo francés fueron requeridos los perfumistas expertos Sylvaine Delacourte de Guerlain y Jean-Michel Duriez de Jean Patou. Los especialistas analizaron, además de las reliquias atribuidas a Juana de Arco, otras nueve muestras de huesos y cabellos diversos. Todas sin registro visible para no inducir respuestas en el experimento. Se comprobó que todas las muestras olían a «yeso quemado», en concordancia con la costumbre de quemar a los condenados en piras de yeso y conglomerado. Sin embargo, unos restos olían a vainilla: precisamente los correspondientes a las supuestas reliquias de la patrona de Francia. «El olor a vainilla es producido durante la degradación de un cuerpo, pero no en alguien que fue quemado», garantiza Phillipe Charlier.
A partir de otros análisis químicos y microscópicos, los investigadores encontraron en las reliquias muestras de polen de pino, betún y productos químicos como el mineral malaquita, todos ellos materiales ampliamente usados en ceremonias funerales egipcias. Además, la datación de la costilla demostró que se trataba de un material de entre siete y tres siglos antes de Cristo. El fémur del gato, animal sagrado en Egipto, también fue momificado. Así, todos los indicios tanto convencionales, como derivados de la nueva técnica de olor, apuntaban a Egipto en lugar de Normandía, y a un período de hasta 2000 años anterior a la quema de la heroína.
De esa manera, los expertos han concluido que aquellos restos
mortales que la Iglesia católica atribuía a Juana de Arco,
son en realidad de una momia egipcia. La falsificación habría
sido hecha, según Charlier, por un herbolario de principios
del siglo XIX que, por motivos probablemente religiosos, quiso
dar más fuerza al proceso de beatificación de Juana de Arco.
El científico francés también sugiere que la Iglesia católica
debe estar preparada para los resultados.
En conclusión, el análisis del olor se ha mostrado una herramienta muy útil e innovadora para analizar objetos y restos mortales antiguos. Además de las técnicas tradicionales ya establecidas, cada vez más modernas y tecnológicas, los sentidos humanos siguen protagonizando nuestra manera más evidente de percibir el mundo (y ahora, también, de reconstruir nuestra historia).
Bibliografía
1 Butler, D.: «Joan of Arc's relics exposed as forgery», Nature 2007; 446: 593.
|