En los últimos
años una nueva estrategia de diseñar robots se ha adueñado de muchos
laboratorios y ha conseguido éxitos espectaculares. Esta estrategia se basa en
aprovechar las enseñanzas que nos ha proporcionado la biología evolutiva sobre
cómo los individuos y las especies han conseguido adaptarse y reproducirse en
el tiempo. Y entre los éxitos se empieza a contar con desarrollos que permiten
entender incluso cómo funciona el cerebro.
La inteligencia
artificial actual utiliza dos estrategias para emular una capacidad inteligente
determinada. Una manera, que podríamos denominar formalista, consiste en
analizar la capacidad e intentar construir un sistema que aplique tal análisis.
Supongamos, por ejemplo, que queremos reproducir la capacidad de una brújula de
señalar el norte magnético. En tal caso analizaríamos la función «señalar el norte
magnético» que dividiríamos en una función de «identificar el norte magnético»
y un mecanismo para mostrar hacia dónde está el norte magnético. Finalmente
reconstruiríamos este análisis en un artefacto.
La segunda
manera es intentar reproducir una capacidad inteligente como una función adaptativa,
es decir, entendiendo la capacidad como parte de un sistema biológico que ha
evolucionado y que se ha adaptado en un entorno determinado. Los científicos
partidarios de esta opción crean artefactos con unos mecanismos de base que les
permiten, a los robots, buscar por sí mismos las soluciones a sus problemas. La
idea central es someter a los sistemas artificiales a las mismas constricciones
que condicionan a los seres vivos, con el fin de crear sistemas autónomos
«egoístas», en el sentido de que su conducta esté motivada hacia su propia
supervivencia.
La estrategia
biologista ha empezado a recoger éxitos en la consecución de sistemas que ya se
pueden considerar mínimamente inteligentes. Dentro de estos éxitos hay un
investigador, Luc Steels, que está en la vanguardia de la comprensión
biologista de las capacidades inteligentes, en general, y de las lingüísticas
en particular. Luc Steels es director del Laboratorio Sony de Ciencia
Computacional de París y profesor de informática en la Universidad de Bruselas.
Steels estudió en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), en donde se
especializó en el campo de la inteligencia artificial. Steels ha sido uno de
los creadores de AIBO, el perrito robot que comercializa la compañía
Sony.
AIBO es uno de los robots autónomos más
sofisticado que se haya creado hasta el momento. Es capaz de mostrar más de mil
conductas, coordinadas a través de un sistema computacional complejo, y
aplicadas a un sistema locomotor de cuatro patas, una cámara para recibir
inputs visuales, dos micrófonos, y una gran cantidad de sensores corporales. El
grupo de Steels lo ha mejorado y le ha incorporado la capacidad lingüística que
permite a los AIBO no sólo comunicarse entre ellos, sino crear un
lenguaje nuevo adaptado a sus necesidades. Este lenguaje es tan particular, que
incluso les resulta difícil a los investigadores entender a qué se refieren los
AIBO cuando se comunican entre ellos.
Gracias a los AIBO, Steels se está
convirtiendo en uno de los investigadores que está más cerca de responder a
algunas de las preguntas que nos estamos formulando desde que somos conscientes
de ser una especie lingüística. ¿Qué es un lenguaje? ¿Cómo adquieren las
palabras su significado? ¿Cuáles son las capacidades cognitivas imprescindibles
para que una especie tenga un lenguaje? Las investigaciones de Steels y de
otros investigadores como él nos proporcionarán en los próximos años respuestas
muy interesantes a estas preguntas.
Información relacionada: AIBO o la muerte del modelo computacional
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