Las mujeres prefieren el aroma de unos hombres sobre otros,
a causa de su propia herencia paterna. El estudio que da lugar a esta
afirmación se publica en el número de febrero de Nature Genetics. No es comparable el
revuelo que causa en la sociedad anglosajona la llegada del día de san Valentín
con el que genera en nuestra cultura, y es lógico que el tratamiento mediático
que ha recibido este trabajo no sea el mismo en ambas latitudes.
No obstante, no deja de resultar adecuado que febrero, que
para algunos es el mes del amor, preste un marco temporal inigualable para
desvelar uno de los secretos mejor guardados de las mujeres: qué es lo que les
atrae de un hombre. Es muy probable que Martha K. McClintock y Carole Ober,
profesoras en la Universidad de Chicago manifiesten sus propias preferencias,
pero tal como se desprende de su trabajo, se decantarán por el aroma de hombres
genéticamente similares a ellas. Similares, no idénticos. Este mecanismo
demuestra de nuevo la extraordinaria sensibilidad del sistema olfativo, que
permitiría incluso "oler" diferencias genéticas en un solo gen.
La posibilidad de que diferentes secuencias génicas del HLA,
antígeno de histocompatibilidad humano, generen en distintos individuos
variaciones en el aroma corporal, y que seamos capaces de oler estas
diferencias no sólo resulta intrigante, sino que además explica observaciones
anteriores de estos investigadores, como el hecho que los jóvenes de etnias
aisladas geográficamente sean capaces de desestimarf el apareamiento con otros
miembros del grupo demasiado parecidos genéticamente a ellos mismos, evitando
así la endogamia.
Las preferencias femeninas por los olores masculinos se
heredan del padre, es decir, se basan en los alelos del HLA paternos. Huyendo de
consideraciones propias del psicoanálisis, la idea romántica de que una mujer
se sienta inclinada hacia un aroma que le proporcione seguridad se relaciona,
de hecho, con la necesidad de perpetuación de la especie, la misma que le lleva
a seleccionar una pareja que le asegure el máximo de supervivencia de sus
descendientes. Una utilización poco hedonista de los receptores olfativos, pero
que permite a una hembra "oler" quién será un buen padre para sus
hijos.