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THE EDITORIAL SECTION PROVIDES MONTHLY COMMENTS AND REFLECTIONS ABOUT SENSORY SCIENCES BY PERCEPNET EDITORS AND CONTRIBUTORS

Sensaciones cognitivas no racionalizables
[Non-rationalizable cognitive sensations]
Se trata de una expresión clave en marketing sensorial, para designar el factor que condiciona más de dos tercios de las decisiones de los consumidores.

Con ello damos por sabido que, cuando nos enfrentamos a la adquisición de un producto o servicio, tan importante resulta la información sensorial que recibimos del objeto como la que nos llega del entorno en el que va a producirse la elección. O quizás más. Y es del entorno de donde proceden la mayoría de sensaciones que pasan desapercibidas a nuestra estructura cognitiva.

Los textos de la carta de un restaurante nos inducen a generar una recreación mental de la oferta culinaria y lo hacemos racionalmente a pesar de que no está a nuestro alcance oler (y menos saborear) los platos. Paralelamente, percibimos con claridad el ambiente del restaurante, su luz, tonalidad, aroma, nivel de sonido... incluso la impresión sensorial de la carta que sostenemos, pero son sensaciones que no llegan a rebasar en la mayoría de casos el dintel de nuestra razón. Decidiremos el menú, por tanto, con los ingredientes que tengamos a mano, por lo que sin una cuidada integración sensorial del ambiente es posible que nuestro comportamiento como consumidores no responda a las expectativas y la previsión se convierta en imprevisible para quien realiza la oferta.

El marketing sensorial ha aprendido ya, a pesar de su corta vida, que los consumidores solemos abandonar nuestras actitudes más racionales cuando escasea la información a la hora de las decisiones. Y la información que requerimos para decidirnos es proporcional a su trascendencia. Comprar un coche, elegir una vivienda, iniciar una carrera profesional o escoger pareja son algunas de las decisiones a las que nos enfrentamos, de forma crónica, con déficit de información racionalizada. Frente a tales situaciones, y otras de menor envergadura, parece que confiamos más en la información difusa que «flota en el ambiente», que en los razonamientos elaborados. Para qué mejorar, entonces, el objeto de la oferta ¿Debemos abandonar los esfuerzos por elaborar un crianza de personalísimo perfil sensorial y centrarnos en la más agradecida tarea de diseñar su etiqueta? ¿Tal vez el tono de las paredes del establecimiento especializado y la limpidez de su aire serán mejores armas para convencer a nuestro comprador?¿Debemos fomentar las sensaciones racionalizables o bien ocultar nuestra estrategia tras los umbrales de percepción? He aquí el debate que nos plantea, con permiso de los neurobiólogos, el marketing sensorial. Un debate de largo alcance en el que industria y profesionales ya están tomado posiciones.


 

[+EDITORIAL]
19/02/04
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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