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THE EDITORIAL SECTION PROVIDES MONTHLY COMMENTS AND REFLECTIONS
ABOUT SENSORY SCIENCES BY PERCEPNET EDITORS AND CONTRIBUTORS
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Con los ojos de la intuición
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[Through the eyes of intuition]
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Existe una diferencia
entre mirar y ver. Sin embargo, es una diferencia que situamos en el territorio
del conocimiento intuitivo, cuando no del lenguaje retórico. Podemos intentar
algún paralelismo esclarecedor con otros sentidos (entre escuchar y oír, por
ejemplo), pero el significado final es claramente distinto, aunque igualmente
inquietante. En cualquier caso, esa dualidad funcional aparece como una
contradicción que asumimos en lo cotidiano. En lo científico, sin embargo, las
contradicciones no se convierten en asunciones sino en retos.
Si en algún momento
habíamos establecido como hipótesis de trabajo la simplicidad con que nuestros
sentidos realizan su tarea de recopilar información, recientes investigaciones
parecen apuntar en otras direcciones, al menos en lo que concierne a la vista.
Ronald Rensick,
investigador principal del Visual Cognition
Lab, perteneciente a la Universidad de British Columbia, sostiene en sus recientes
trabajos que el sistema visual humano posee al menos dos subsistemas
sensoriales. Uno, de carácter consciente, encargado de acumular imágenes. Y
otro, que escapa a la conciencia, capaz de adquirir y contrastar patrones
dinámicos con sólo la luz que incide en la retina, sin necesidad de la
generación de imágenes.
Parece que el sistema de
contraste de patrones dinámicos tiene consecuencias sobre la capacidad de
anticipación del individuo, y su agudeza permitiría a un tercio de la población
humana, que presenta este sentido especialmente desarrollado, identificar un
cambio de comportamiento del entorno segundos antes de que se produzca.
Al margen de las
especulaciones que estos trabajos están generando y la fácil asimilación
mediática con un supuesto «sexto sentido» o con la intuición, para las ciencias
sensoriales representan un auténtico reto, puesto que su planteamiento obliga a
revisar la linealidad de nuestros sensores biológicos y a admitir una nueva
frontera para la complejidad sensorial. De confirmarse la tesis de Rensick, la
complejidad sensorial no se inicia en el procesamiento neuronal de las señales
sensoriales, sino que ya preexiste en la identificación de los estímulos por
parte de los órganos de los sentidos (entre los que debemos incluir ahora los
distales). Y puede que, incluso, en las propias señales electromagnéticas.
Abordar bajo este prisma la funcionalidad de los receptores acaba provocando el
replanteamiento de la estructura de la realidad que configura el entorno. No de
su estructura física, sino informacional, que es la que compete al proceso
perceptivo.
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