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THE EDITORIAL SECTION PROVIDES MONTHLY COMMENTS AND REFLECTIONS ABOUT SENSORY SCIENCES BY PERCEPNET EDITORS AND CONTRIBUTORS

Apropiación sensorial del arte
[Sensorial appropriation of art]

Observada desde una perspectiva funcional, la creación artística reconocida como tal produce objetos, imágenes, sonidos, espacios, discursos y gestos para ser percibidos en exclusiva por nuestro sistema de receptores auditivos y visuales.

Desde un ángulo complementario el arte, en todas sus manifestaciones y épocas (arcaicas, clásicas, modernas y vanguardistas), toma distancia respecto del observador. Hay cierta dosis de circunspección, incluso en sus expresiones más desenfadadas. No es de extrañar, por tanto, que los sentidos proximales, cuya dinámica vulnera cualquier intimidad establecida, sean ajenos al arte y sus criaturas. Existe, desde ese punto de vista, una apropiación sensorial del arte perpetrada desde las más profundas raíces audiovisuales de nuestra condición humana.

La edición 2007 de la Documenta de Kassel,* una de las muestras centrales del calendario artístico, parece salir al paso de esa restricción sensorial con un invitado excepcional: el cocinero Ferran Adrià. El revuelo que ello ha generado, tanto en el mundo del arte como en el de los fogones, ha sido considerable. Desde las posiciones teóricas, circunspectos y transgresores han encajado el anuncio con sorpresa. Por lo que respecta a los artistas plásticos, ni los más radicales habían soñado situar los dientes del espectador alrededor de sus obras; en cuanto a los cocineros, les resulta incómodo categorizar a sus comensales como espectadores. ¿Qué pretende Documenta con la incorporación de Adrià? Los expertos difieren según el bando, desde oficializar «la madre de todos los reconocimientos» a la cocina hasta una simple concesión al prestigio del personaje, pasando por perspicacias alrededor del marketing y el escándalo.

La promoción del famoso certamen quinquenal nos aclara poca cosa al respecto, y nada sobre posibles objetivos sensoriales. Abocados este año a plantear preguntas más que a proporcionar respuestas, los responsables de Documenta, según comentan los entendidos, han hecho una discreta presentación del «cocinero artista», insistiendo en la vertiente «fenomenológica» de sus recetas, sin poner en evidencia que el mensaje sensorial, y la expresión artística, de las creaciones culinarias de Adrià debería descansar principalmente en el impacto que las moléculas de sus platos producen en nuestros sentidos proximales y no en su observación, o en la observación de su elaboración, dos rituales que son competencia de las artes plásticas y escénicas.

Someter nuestros sentidos a la experiencia culinaria requiere sentarse a la mesa y apropiarse literalmente del objeto de nuestra atención gastronómica, una liturgia al alcance de cualquier ciudadano y nada emparentada con lo que sucede en exposiciones y escenarios. Por esa razón, Adrià no ha aportado obra alguna a la XXII edición de la Documenta y, de forma harto racional ha argumentado que quien quiera experimentar sus creaciones deberá pasar por su restaurante. Prometen, eso sí, trasladar al certamen el espectáculo audiovisual con el cocinero como protagonista.

En definitiva, no surgirá en Kassel un intento de resituar sensorialmente el arte: culinaria no será, a partir de ahora el nombre de una de las bellas artes. Los sentidos proximales y el intelecto y la cultura que surgen de ellos, seguirán lejos de lo artístico. De nuevo, una brillante ocasión perdida.

Nadie nos va a privar, sin embargo, que aprovechemos la circunstancia para reflexionar sobre los límites sensoriales impuestos a una de las actividades más «nobles» del ser humano, que seguirá reservada a lo visible y lo audible.

Es una evidencia que lo gustoso y lo oloroso forman parte indisociable de la definición de cualquier sociedad humana, actual o del pasado. Menos discutible aún es la dimensión del tacto, una de las fuentes más complejas, fructíferas y precisas de conocimiento.

Negar las capacidades simbólica, evolutiva y emotiva a un sorbo, un bocado o una caricia es proyectar la misma imagen incompleta y deformada de la realidad que sublimamos mediante el arte.

Debemos recuperar e integrar todos los fragmentos de expresividad sensorial, puesto que no alcanzaremos la plenitud ni obtendremos la libertad* mientras siga secuestrada la más mínima capacidad creativa de cualquiera de nuestros sentidos.

* Más información:
http://www.documenta12.de/
http://es.wikipedia.org/wiki/Arte_culinario
http://unatemporadaenelinfierno.net/2007/03/27/rostropovich-el-arte-nos-hara-libres/

 

[+EDITORIAL]
23/07/07
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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