Este libro es una amena aproximación del lector al funcionamiento de nuestra mente y de cómo percibimos el mundo a través de los sentidos.
Ignacio Morgado, con el rigor científico que le caracteriza, relata de forma comprensible y divulgativa el funcionamiento de nuestros sentidos e incluso descubriéndonos sentidos que quizás no habíamos imaginado nunca.
A su vez, el autor nos propone la premisa de que «somos nuestro cerebro»
retando al lector a romper con el lenguaje dualista que a menudo utilizamos al hablar del cerebro como si fuese un órgano aparte, capaz de engañarnos o de dominarnos.
También indaga de manera trepidante en los misterios de la conciencia y la autoconciencia, ofreciéndonos un debate documentado sobre la definición de la conciencia y de su ubicación, reflexionando finalmente sobre la autoconciencia.
El libro empieza describiendo el cerebro, continúa por un amplio descubrimiento de los sentidos y cómo viaja la información sensorial hasta su centro de procesamiento que es el cerebro, detalla el procesamiento de esta información sensorial y, en su conclusión enfoca cómo el ser humano percibe el mundo.

Fig. 1. El cerebro.
El autor
El autor nos cuenta al detalle cómo el cerebro procesa la información que le llega de los sentidos. Los estímulos sensoriales externos o internos transmitidos por el sistema nervioso hasta el cerebro son leídos inicialmente de forma inconsciente, ejerciendo una primera selección o filtro.
El cerebro interpreta esas informaciones sensoriales y hace una representación mental, seleccionando aquellas que sean importantes para la supervivencia y/o la reproducción, haciendo mucho menos caso del resto. Son los vestigios de nuestro cerebro reptiliano que jerarquiza los mensajes según su interés propio.
Unos milisegundos después la consciencia aporta el resultado final del procesamiento.
De esta interpretación del cerebro inconsciente y luego consciente surge una respuesta de carácter ejecutivo siempre que sea importante o esencial para los intereses del individuo.
Nos creemos que el ser humano es muy racional y que reflexionamos nuestras respuestas y reacciones. Sin embargo, Morgado nos recuerda que somos seres emocionales y que estamos totalmente condicionados por nuestro cerebro reptiliano que determina la fuerza de los sentimientos marcando definitivamente nuestro comportamiento.
Así, lanza la hipótesis de cómo funciona la autoconsciencia, sugiriendo que el cerebro hace metarrepresentaciones de las percepciones previamente representadas en sí mismo, ubicándolas en la corteza insular del hemisferio derecho.
Los sentidos recogen el total de la información exterior e interior sincronizándose y procesando los diversos tipos de información sensorial, conformando la «unidad perceptiva».
Un análisis exhaustivo de la anatomía del cerebro y de las funciones de cada zona nos aclara dónde se procesan las informaciones sensoriales de cada sentido, desde los interoceptivos (órganos y vísceras) que marcan nuestro estado de bienestar, hasta los de los sentidos más conocidos por todos como son el tacto, vista, oído, etc.
La corteza cerebral somática es como un mapa sensorial del cuerpo humano pero con proporciones adaptadas a la sensibilidad de cada parte del cuerpo, en cuanto a sus sentidos exteroceptivos.

Fig. 2. La corteza cerebral.
Esta corteza es muy plástica y reorganiza fácilmente su funcionalidad, aunque con sus limitaciones.
Los sentidos más usados pueden reclutar algunas neuronas de los sentidos más paralizados por falta de uso o por patología. Eso explica por qué decimos que los ciegos tienen el sentido del oído más desarrollado, y ello se debe a que la plasticidad neuronal ha podido reclutar neuronas de la corteza más visual y darles funcionalidad auditiva.
Los sentidos
Ignacio Morgado nos cuestiona: ¿Existe la luz?, ¿y el sonido?
Vivimos rodeados de materia y energía. Nuestro cerebro consciente construye una interpretación de la percepción de nuestro entorno. Ignacio afirma que «Las percepciones que tenemos del mundo son exclusiva de nuestro cerebro».
Una amplia descripción de la funcionalidad de cada uno de nuestros sentidos nos despierta gran expectación de cuántas realidades pueden ser percibidas gracias a la diversidad de sensibilidad sensorial de los diferentes organismos o individuos que habitamos en este mundo.
A veces nos olvidamos de la importancia de ciertos aspectos funcionales de los sentidos, que no se limitan a vista, gusto, oído, tacto y olfato. Así, por ejemplo, el sentido del equilibrio es esencial para permitir nuestros movimientos y orientación espacial.
Los sentidos tienen receptores sensoriales por todo el cuerpo. Los menos conocidos son los interoceptivos (detectan la temperatura, el picor, la presión) y los propioceptivos tienen sus receptores en las articulaciones, tendones y musculatura. Sin ellos nuestro cuerpo no se movería, ¡no podríamos mover ni las manos!
El autor insiste en que nuestro comportamiento, o sea, las respuestas somáticas dependen directamente de nuestros sentidos, de las sensaciones viscerales que tengamos, y que éstas generan diferentes estados de ánimo en las personas.

Fig. 3. Los sentidos.
Información sensorial y procesamiento en el cerebro
Tras un extenso repaso del funcionamiento de cada uno de los sentidos y de qué partes del cerebro están implicadas en procesar la información de los diferentes receptores sensoriales, Morgado, cuestiona cómo codifica y traduce el cerebro la información sensorial. ¿Cómo se descifra luego esa información para construir una interpretación mental de nuestro entorno? Finalmente la pregunta que persigue al científico es ¿cómo se convierte la actividad cerebral en pensamiento o imaginación?
Los científicos aseguran que la información sensorial exterior al cuerpo llega al tálamo, que ejerce de primer filtro sensorial, conduciendo el mensaje después a la corteza cerebral donde se procesa y se vuelve a filtrar. Los mensajes considerados importantes o relevantes pasarán a la percepción consciente.
A diferencia de los sentidos exteriores, los sentidos interoceptivos que nos marcan el bienestar, parecen proyectarse no en la corteza cerebral sino a la corteza insular.
Es en este punto donde estas cortezas procesarán las características básicas de estos estímulos o mensajes elaborando una sensación. La información resultante se envía a una parte adyacente de cada corteza, que relaciona las características de cada estímulo o mensaje sensorial con la información almacenada en la memoria, asociando y relacionando unas con otras para identificar los estímulos. Así pues, las cortezas harán una representación de la información sensorial identificándola o etiquetándola como nueva.
Evidentemente, cada cerebro, tiene una forma única y exclusiva de interpretar las percepciones sensoriales. Al igual que hará consciente el resultado de su procesamiento filtrando e identificando el mensaje de forma totalmente condicionada por sus intereses y experiencia.
¿Cómo percibimos el mundo?
Morgado concluye que «la mente tiene mucho de virtual… establece los criterios que aplica en sus evaluaciones», y se pregunta cuáles son los límites del cerebro y cómo las actividades neuronales se convierten en imaginación o ideas.
Aunque el gran dilema del autor parece ser la consciencia, definiéndola como «fenómeno tan genuino y especial que demanda más implicación más allá del solo trabajo neuronal explicada por la ciencia clásica».
El autor nos invita a la reflexión sobre la ignorancia del hombre y la ciencia para explicar la emergencia del pensamiento, incluso alude a las creencias de tantas civilizaciones y culturas en un ente de orden superior que da sentido a su existencia...
|